viernes, 25 de febrero de 2011

Concurso: Historia 3

En esta ocasión, un hombre se anima a participar con una historia que reune todos los condimentos...


Siempre mi mujer deja el Facebook abierto con absoluta confianza, pudiendo acceder a él cuando quiera, puesto que también me dijo la clave y esto es algo impagable: la confianza. En una de las tantas veces en que me "instruyó", me topé con tu página y leí un par de casos lo que me impulsó a contarte hoy mi historia.

No soy un tipo lindo, no sé que es lo que ven las chicas en mí y para ser honesto a veces no lo entiendo porque si yo fuera mujer no me daría bola. Perdí a mis padres cuando tenía 3 años y conjuntamente con mi hermana quedamos a cargo de la mano dura de mi abuela. Cuando mi hermana cumplió la mayoría de edad se casó y le fue bastante bien a pesar de que el motivo principal era zafar de las "garras" de la anciana. En su momento no era tan gracioso, pero hoy con 2 hijos y un matrimonio fuerte nos permitimos esto.


En cuanto a mí, no había corrido con la misma suerte. Salía a bailar con mis amigos y siempre algo enganchaba. Mi primera relación sexual fue con una prostituta y no recuerdo ni el nombre ni el rostro de mi primer amor, posiblemente por no ser de gran importancia o por haberme hecho tanto daño. En fin, a través de un amigo entré a trabajar en un lugar muy bueno en el centro y las conquistas fueron variadas, nunca de gran importancia, touch and go como le dicen ahora, y entre ellas tenía una que era puramente sexual. Ella viajaba mucho al exterior y cuando venía a Buenos Aires me llamaba para tener nuestros "encuentros", muchos de ellos incluía a una tercera persona.

Se puede decir que "la hice" en mi vida y ya estaba cansado, quería algo serio y formar lo que la vida, el destino, la providencia, Dios o a quien quieras adjudicarle, me había negado: una familia. Un día en el laburo me informan que me destinan a otro departamento, nunca dije que no y al ver a mi compañera, menos. Ella era más joven que yo, casada, con un hijo de 3 años. Al principio solo hablábamos del trabajo, pero con el tiempo nuestras charlas pasaron ese límite volviéndose privadas e íntimas. Ella no era feliz en su matrimonio, el marido la golpeaba y obligaba a tener sexo en presencia del nene. Creo que te surge la misma pregunta que yo le formulé en su momento ¿Por qué no lo dejas? y ella me contestó que no tenía dónde ir y que no quería separar al hijo de su padre.

En un principio me pareció convincente; más adelante me dí cuenta que no era tan así. Luego de esas charlas empezaron los histeriqueos mutuos y luego, la relación "clandestina". Ella tenía una amiga, la "mejor amiga" quien nos ayudaba con nuestros encuentros, ya que el marido era compañero mío. Nuestra relación fue tan alevosa que muchas veces el flaco me saludaba y yo lo miraba como diciéndole: "Date cuenta pelotudo que me estoy cogiendo a tu mujer", para que le diera punto final a la relación y yo la pudiera llevar a vivir conmigo como habíamos planeado. Necesitaba sacarla de ese supuesto infierno.

En los seis meses que duró nuestra relación pasaron cosas serias: fui a su departamento mientras estaba el marido, él nos dejó solos tomando mate y terminamos manteniendo relaciones en la cocina con el nene durmiendo en el cuarto de al lado. Otra vez, él la llevó hasta la esquina de mi casa para que nos podamos ver. Muchas veces salíamos los dos juntos del trabajo en el horario de almuerzo para ir a un telo a 15 cuadras. En algunas ocasiones, nos citamos en una oficina que funcionaba como archivero para tener sexo. No había límites: ella muchas veces venía a mi departamento con el nene y quería tener relaciones mientras lo dejaba jugando en el comedor, cosa que provocaba discusiones porque yo no estaba de acuerdo.

Igual la quería, no sé si a ella o lo que tenía ella y me había ofrecido: un hijo. Las idas y vueltas continuaron a pesar de que me habían cambiado de departamento en el trabajo. Luego empezaron las notitas y el cartero era esa "amiga" quien no solo me entregaba el papel, también visitaba mi casa frecuentemente, a veces con ella y otras sola, además hacia un aporte con sus "consejos" diciendo que no se oponía a la relación pero que pensáramos en los que podíamos lastimar, entre ellos: el nene. Me pareció que tenía razón, pero no quería dejarla, prefería que ella determinara el curso de nuestra relación.

Y así fue. Una mañana "el cartero" entregó la última nota que decía que me amaba pero no podía tirar su matrimonio por la ventana, que era lo mejor para los dos y para su hijo. Obviamente no me gustó pero era lo que me esperaba. El "cartero" se quedó conmigo ese día acompañándome un ratito con las palabras normales para el caso y luego me invitó a tomar algo después del trabajo para pasar el momento amargo. Estas palmaditas de consuelo se incrementaron ya que los días siguientes se aparecía por mi oficina para "ver cómo me encontraba" y las invitaciones a salir después del trabajo continuaron.

Aún estaba muy dolido y era muy difícil cruzarla en el pasillo y no robarle un beso como antes. Por esta situación, con el cartero entablamos una linda amistad que no duraría mucho. A mitad de ese años, mi amiga cumplía años y nos besamos. En el trabajo había histeriqueos, besos al pasar, encuentros clandestinos, algo que no comprendía porque ella no tenía compromisos. Me presentó a su familia y, por primera vez, no me tenía que esconder, ni mentir. Era su novio. Estaba obnubilado por el momento y sentía que estaba más cerca de mi familia: ella estaba embarazada de 10 días.

Habíamos decidido vivir juntos y al comunicárselo a la familia, la madre de ella me dijo que la hija no salía de la casa al menos que nos casáramos. Iba todo muy rápido: en un mes pasó todo esto y me animé. Le pregunté si se quería casar en ese momento y la respuesta fue sí. No le interesaba si era por Iglesia o no. Y así fue...sacamos turno para el 14 de febrero (mal augurio) en el registro civil y en un mes planeamos la fiesta y la luna de miel. No lo podía creer: fue el momento más feliz de mi vida. Pero antes de firmar ella me dijo: "ni pienses que voy a ser ama de casa y voy a limpiar todo el día". Creí que era una broma, pero con el tiempo comprobé que no.

Cuando volvimos del registro civil, su actitud cambió por completo. La sonrisa se le había borrado y ya no podía salir solo. Me acompañaba a todos lados y el celular sonaba constantemente para saber en dónde estaba y con quién. Con mi familia también cambió, se volvió más egoísta, fría y siempre discutíamos porque se enojaba si veía a mi hermana. No quería ir a los cumpleaños de mis sobrinos, ni saludarlos y menos gastar en regalos. Había hecho remodelaciones al departamento a su gusto y nunca estaba conforme. Ni hablar de la limpieza.

En cuanto al embarazo, me enteré días después del casamiento, que lo había perdido. Con el tiempo me enteré también que se había peleado con mi ex y nunca me quiso decir cuáles fueron los motivos, pero me los imaginé. Una mañana recibo una llamada, era mi ex para recriminarme en un principio mi relación y casamiento con la que "fue su mejor amiga" y al hacerla ver que no tenía el derecho de hacerlo, me felicitó por mi casamiento y me deseo lo mejor. Aunque, en el trabajo lo único que nos unía era un simple saludo ya no existía. Las decepciones con la que era mi esposa, continuaron por un año hasta que recibí la noticia de que iba a ser papá. Esto me dio fuerzas para continuar con mi matrimonio y hacer tolerable la convivencia.

Al entrar al octavo mes de embarazo, llego una tarde del trabajo y ella me esperaba acostada en la cama. No estaba todo bien, me pidió que la llevara a la clínica por que desde hacía un día no sentía al bebé. Cuando llegamos a la clínica y luego de un monitoreo la noticia fue fulminante: el corazón ya no late y no se puede hacer nada. Recuerdo sentarme en la sala de espera y no saber cómo seguir con ella. No había mas motivo para continuar con el matrimonio, la quería, pero no la amaba. Para mí se había terminado todo.

Mi hermana nos dio la idea de hacer un viaje para distraernos de este mal momento y ver si quería seguir con la pareja. Mientras yo estaba hecho pelota, ella disfrutaba el viaje como si no hubiese pasado nada. Me sorprendía la fortaleza, pero con el tiempo me dí cuenta que no le importaba nada y mi percepción se acentuó mas cuando me dijo que no quería tener hijos y que quería estudiar. No me pareció mala idea porque yo tampoco quería tener hijos con ella. La dejé y acompañé durante toda su carrera. En el último año me decidí a continuar yo con mis estudios.

Ese año fue un infierno, ambos nos habíamos descuidado física y emocionalmente. Le hacía notar que ya no era atractiva, que debía cuidarse, no me molestaba que fuera a un gimnasio y hacer dieta los dos. Cuando salíamos me daba vergüenza porque además, de ser descortés con mis compañeros de la facultad y trabajo, se vestía con la ropa que usaba cuando pesaba 50 kilos pesando en ese momento 120. No se peinaba ni para ir a trabajar y la limpieza personal no era un hábito frecuente. Venía del trabajo y limpiaba, lavaba la ropa, planchaba, cocinaba, mientras ella desde el sillón miraba la televisión. Muchas veces le hablé pero ella se enojaba, me insultaba y con lo primero que me atacaba era con el bebé. Entonces, yo me callaba y seguía con la limpieza aplacando así las ganas que tenía de pedirle el divorcio.

Hasta que conocí a la que es mi mujer hoy y fue una bocanada de aire fresco. Ella me dio el valor para terminar con ese infierno. Cuando le dije que iba hacer los trámites para el divorcio, en un día ella fue amable con mi familia, limpió la casa, me cocinó y en la cama hizo cosas que nunca había hecho. Todo esto me hizo dudar, pero al recordar el pasado las dudas dejaron de existir: no sería nunca feliz con ella y ella tampoco conmigo. Cuando hicimos la separación de hecho, la dejé que se llevara todo lo que quisiera: el auto, los muebles, platos, cubiertos, hasta nuestros ahorros. Me dejó en bolas, pero ese día a las 16:45 cuando cargó la última caja, respiré tranquilidad y libertad, fue una sensación hermosa. Quedamos como amigos.

El divorcio se hizo de mutuo acuerdo y sin problemas. Mientras yo estaba solo, teníamos una buena amistad. Cuando se enteró que había iniciado una relación con la que es hoy mi mujer, comenzaron los problemas. Acosaba a mi mujer en la facultad, en la casa y por teléfono, además de amenazarla de muerte y haber intentado varias veces hacerle daño. Yo recibía por mail cartas de amor, victimizándose siempre y el tema central era la pérdida de nuestro hijo. Esto me hizo adelantar mucho la convivencia con mi mujer para evitar problemas con la familia, mayormente con la madre que no se encontraba muy bien de salud.

Me llamaba a todos lados para tener sexo conmigo. "Es sólo sexo, ¿qué te cuesta?", me decía. Nunca me preguntó si ahora era feliz, siguió siendo egoísta, como fue durante los 5 años que duró el matrimonio. Me quería obligar a que la quisiera a costa de lo que sea: amenazas, llantos, lástima. Durante dos años aguantamos de todo y aún continúa, aunque con menos frecuencia, solo en fecha especiales para ella como el inicio de nuestro noviazgo, las fiestas, la pérdida de nuestro hijo y el día de nuestro casamiento. Cada tanto se aparece por mi trabajo con la excusa de hacer algún trámite, a veces la ignoro y otras es imposible ya que viene como cliente y me veo en la obligación de atenderla. Por un lado la sigue molestando a mi mujer y por el otro, me invita a tomar algo.

Nunca comprendí la bronca hacia mi mujer siendo que mi relación con ella empezó cuando ya me había separado y esta duda me la despejó mi hermana puesto que una vez la llamó desconsolada al enterarse que yo estaba de novio, diciéndole que salía con una chica: FLACA, ALTA, CON PELO LARGO. Mi hermana gozándola le preguntó si era linda y ella le dijo a los gritos llorosos que no. En parte fue mi venganza.


¿Quieren saber qué le pasó a la casada? A los pocos meses de cortar conmigo se separó. La mina tenía la costumbre de salir con cuanto muñeco se le cruzaba, llevarlo a su casa y tener relaciones cerca del nene. El marido no era ningún golpeador, ni jamás la obligaba a mantener relaciones delante del nene. Él se volvió a casar muy feliz y ahora tiene una nena. Cuando se enteró que me divorcié, se acercó a mi ex para unir fuerzas contra mi actual mujer. Ahora son las mejores amigas nuevamente. La verdad que no entiendo a las mujeres.

8 comentarios:

Pat dijo...

Sabías que "Matemos a los ex" salió como libro recomendado del mes en la revista 'Miradas'?

Paola Florio dijo...

Sii, lo vi ayer! Buenisimo, la lee todo el país a la revista :)

Gracias por avisar!!

LaVieEnRose dijo...

por dios pero q manga de locas esas dos!!! menos mal q conociste a alguien con los pies en la tierra...

Saludos =)

fabi dijo...

Hola, estaria bueno que los lectores entrevisten al flaco por medio de tu página porque la verdad la historia te pega un monton.(Bueno, a mi al menos).

Paola Florio dijo...

Claro que pueden hacerlo. Siempre se publica una historia y en los comentarios se pueden hacer preguntas o dejar opiniones, està en el protagonista de la historia contestar o no! Ojalà que lo haga.

Angy dijo...

Por dios!...y pensar que mujeres como esas nos hacen quedar mal a todas!!!!...pobre chico.

Anónimo dijo...

too complicateddddd

ñoña

dijo...

nosotras también somos brujas cuando queremos, eh!
queee historia!