lunes, 27 de septiembre de 2010

Saltamos al papel!!!

Desde los 18 años estuve de novia. No con la misma persona, por supuesto, pero como una especie de cadena aceitada uní una relación tras otra sin darme demasiado respiro. Durante esos años coleccioné anécdotas, lágrimas y desamores. También a un puñado de ex de todo tipo. A varios de ellos los recuerdo con cariño, a otros mejor olvidarlos. O asesinarlos en éstas páginas.

Durante mi última relación tuve infinitas peleas-separaciones, varias de ellas duraron meses pero como dos neuróticos, sistemáticamente, volvíamos una y otra vez. Parece que nos encantaba sufrir, era algo así como una adicción a lastimarnos: tomá, la vez pasada no sufrimos tanto, ahora vengo perfeccionada, con nuevas herramientas para que ambos lo pasemos mal. Y lo mismo pasaba inconscientemente desde su lado imagino.

En cada una de esas peleas, cuando pasaba el torbellino de enojos y entraba en escena la despedida final, el abrazo eterno, mi ex se empecinaba en agregarle dramatismo. Parado en la puerta, un segundo antes de irse, deslizaba siempre lo mismo: "Yo sé que vas a llegar, sos grossa, dedicame tu primer libro que yo en algún lado voy a estar feliz por vos". Detestable, gracias por el voto de confianza pero agarrá tus cosas y dejá de empeorarlo todo.

Hoy, varios años después y felizmente en pareja con otra persona, arranco a escribir mi primer libro. Matemos a los ex estará en la calle en diciembre, no sé a dónde pretendía que llegue pero acá estoy. No sé a dónde estará él, pero ya no me importa, se cerró el círculo. ¿Si era éste el libro que me alentaba a escribir? La respuesta es no, mil no, pero sin planearlo me llenó de material. Ahora espero el de ustedes, en unos días se abre la convocatoria, vayan escribiendo que pronto tendrán novedades...

viernes, 17 de septiembre de 2010

Aquí y allá...

Un ex en el pasado, un ex en el presente y en el medio, un mea culpa. Con ustedes: Carolina.


Yo tuve un ex de mierda con el cual fuimos y vinimos varias veces, bah, en verdad él iba y venía, yo estaba siempre... Cuando cortábamos parecía percibir que lo estaba por olvidar y hacía una estrepitosa aparición que movía mi mundo. Desde hace año y medio estamos viviendo juntos. No es de él de quien quiero hablar sino de mí.

Mi primer novio me amaba incansablemente; yo lo dejaba a cada rato, no le brindaba ni un poco de atención, me molestaba que me abrazara o besara en público, no quería ir a su casa, lo plantaba todas las semanas, una mala novia.

Pero una peor ex novia fui. Si cortábamos y lo veía o intuía que podía estar con alguien más, era yo quien reaparecía estrepitosamente en su vida.

Y hacía algo horrible. Me ponía hablar con la muchachita en cuestión muy amablemente, como haciéndome la amiga y luego le decía a él en voz baja y bien cerca estas palabras mágicas: "ay, me pone tan feliz verte bien! es divina fulanita!!!".

Esto terminaba siempre con él diciéndome que conmigo era más feliz, dejaba a la chica en cuestión y volvíamos a ser novios.

Igual no siempre fue esa mi intención, la última vez se lo dije de corazón. En ese entonces yo estaba muy enamorada de alguien que no se lo merecía y él estaba con una buena mina. Mi inocencia me hizo creer que podíamos llegar a ser amigos... mis palabras mágicas de siempre, ahora sinceras, repercutieron como cada vez con una confesión de amor de su parte.

Me dio tristeza tener que admitir que esa persona nunca más iba a estar en mi vida en el lugar que yo quería. Tuve que dejarlo ir, finalmente.

Fui mala ex y tuve mi mal ex también. Tuve un buen final con un ex, ahora vivo un final feliz con mi ex.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Diez años de pena...

Una historia terrible y un claro ejemplo que de todo se puede salir, incluso del peor de los infiernos... Hoy la valiente que comparte sus vivencias es Laura Bravo.


Tengo 40 años pero esta historia empezó a transcurrir cunado tenía 33, conocí a un chico que tenía 18, me enamoré y me fui a vivir con él. Durante la convivencia me vi obligada a tomar dos decisiones: mantenerlo (él a su vez mantenía a la madre y a un hermano con SIDA) y abortar un embarazo deseado porque él cambió de idea sobre la marcha y yo sentía culpa por endosarle un hijo siendo tan chico.

La relación terminó a los dos años y yo no pude completar el duelo. Empecé a tener fobias, convulsiones, trastornos de alimentación y cerca de seis intentos de suicidio. Mi patología se fue agravando hasta que en el 2006 terminé internada en un neuropsiquiátrico estatal porque me denunció la que era mi psiquiatra. Consideró que, viviendo sola y en ese estado de angustia, no podía responder por mi vida.

Un neuropsiquiátrico estatal implica: comer polenta con grumos, que te hagan desnudar junto a una larga fila de mujeres para ducharte con agua fría a las 7 de la mañana, que te hagan abrir la boca para ver si tomaste la medicación y que te revisen una vez por semana la cabeza con un lápiz para ver si tenés piojos.

Me sacaron mis padres cuando cumplí los tres meses que impone el juez. Tres meses infinitos. Al 2007 lo pasé encerrada. Tomaba una medicación que se llama Olanzapina que evita que te mates pero que te transforma en un vegetal. Sólo comés y dormís. Engordé 30kilos.

En el 2008 me plantearon que fuera a Ramsay para que evaluaran mi discapacidad. Dos médicas determinaron que iba estar discapacitada mental por un mínimo de 10 años, renovable. El diagnóstico era Depresión Mayor con Recidivas y Trastorno Límite de Personalidad. Estaba hiper medicada. Consumí un promedio de 8 psicotrópicos por día en dosis aterradoras.

Después de tanto recorrido se me había acabado el dinero para la atención privada y los medicamentos así que terminé apelando al hospital público. Allí me tocó una psiquiatra que me propuso hacer un trabajo más espiritual y creativo. Entendiendo la espiritualidad en un sentido amplio. Comprendiendo a Dios como inspirador y fuente vida pero sin ningún fanatismo. Completé el trabajo con mucha escritura y con talleres que me conectaran con el cuerpo como la Bionergética. Hice otros ejercicios como caminata, algo de reiki, cambié de alimentación y perdí los 30 kilos que había aumentado.

En noviembre de 2009 decidí dejar toda la medicación psiquiátrica. Fue complejo: tuve alucinaciones y dolor físico. Insomnio, mareos, sensación inminente de muerte. Pero me propongo escribir y hacer cine y ambas actividades son incompatibles con un cerebro desmemoriado, sin capacidad de abstracción y minado por las drogas. Las primeras semanas no podía dormir sola. Me llevé un colchón cerca del dormitorio de mis padres porque no soportaba la idea de que me pudiera pasar algo. Estaba muy vulnerable.

Recién este año retomé mis estudios de cine, estoy escribiendo una novela y comento libros y películas en una radio de la Universidad de La Plata. En lo peor de mi experiencia sólo se me ocurría pedirle a Dios que me llevara a su lado para no sufrir más. Ahora recuperé el placer de vivir la vida que vivo.

Estoy apostando a mis proyectos y a mi realización. Se me fueron casi 10 años en padecimientos pero confío en que lo mejor está por venir...